La diferencia fundamental entre estos tres fármacos radica en cómo interactúan con las células cancerosas. Rituximab se une al antígeno CD20 que se encuentra en la superficie de los linfocitos B malignos, activando principalmente dos mecanismos: la citotoxicidad dependiente del complemento (CDC) y la citotoxicidad celular dependiente de anticuerpos (ADCC). Digamos que es como marcar las células malas para que el sistema inmune las elimine. Obinutuzumab funciona de forma distinta. Este medicamento tiene una estructura modificada que mejora su capacidad de inducir muerte celular directa, sin depender tanto del sistema inmune del paciente. Los estudios han demostrado que obinutuzumab logra una destrucción más efectiva de las células B, especialmente en pacientes con sistemas inmunes debilitados. Por su parte, ofatumumab se une a una región diferente del CD20, más cercana a la membrana celular. Esta característica le permite activar el complemento de manera más potente, lo que puede ser ventajoso en ciertos tipos de linfomas resistentes al tratamiento.